sábado, 7 de mayo de 2016

fascismo en america latina



América Latina merece más atención en el ámbito de los estudios sobre el fascismo extraeuropeo, más de lo que tradicionalmente se le haya atribuido. Es cierto que hoy el repertorio de investigaciones sobre la difusión del fascismo en América Latina se ha incrementado notablemente y sigue en aumento.  Algunas características típicas de los trabajos sobre este tema son:

La extensión del calificativo “fascismo” a regímenes militares o autoritarios, grupos ultranacionalistas “de derecha” y en algunos casos (Argentina, Bolivia) al populismo. Inclusión de los movimientos miméticos con los fenómenos más cercanos al fascismo;

1.       La tendencia contraria a considerar que no hubo ningún fascismo en la región;

2.       La oscilación del enfoque entre los grupos nativos o la extensión de movimientos/partidos fascistas entre los emigrantes europeos;

3.       El uso muy extendido de la palabra f. en el lenguaje político (como sinónimo de “autoritario”), especialmente en los ambientes de izquierda;

4.       La incertidumbre semántica en relación al populismo (que comparte algunas características del fascismo);

5.       El uso arbitrario del término “nazifascismo”, que deriva de las polémicas y la propaganda 1938-1945 y no es aceptable como categoría científica;

Estas tendencias pueden llevar a un grado notable de confusión. Roger Griffin por ejemplo denuncia la idea errónea de que Latinoamérica fue «la guarida del fascismo en sus formas más abiertamente contrarrevolucionarias y dictatoriales» (1991, p. 148). Por su lado Payne, además de denunciar estas confusiones, señaló en su momento que militarismo y fascismo son incompatibles (PAYNE, 1980). Los datos históricos, en efecto, apuntan a dos hechos fundamentales: los movimientos fascistas no han surgido nunca de los cuarteles, más bien los militares han sido muchas veces los represores o inhibidores de estos movimientos. Esto sucede incluso en Europa (Rumania, España). Otros “falsos amigos” del fascismo fueron precisamente esas oligarquías o élites tradicionalistas que se suelen presentar como las aliadas naturales del fascismo. Éstas lo fueron sólo en determinadas circunstancias, al presentarse el “peligro rojo” u otros factores de inestabilidad que obligaban a cerrar filas ante la percepción de una amenaza a la comunidad nacional.
Al considerar los elementos a favor o en contra de la difusión del fascismo, obtenemos un cuadro con claroscuros más cercano a la realidad. Stanley Payne en su exploración de estos elementos (1999) señala con «la fragilidad o bien la ausencia de un fascismo verdadero en América Latina» y marca los factores de debilidad:
En suma, son muchos los elementos desfavorables al

fascismo en América Latina. Aquí no hay


movimientos de masas impulsados por l

 
clase media, líderes mesiánicos, “religiones políticas

” o ideologías palingenésicas y partidos únicos

 poderosos con líderes carismáticos venerados



como superhombres. Tampoco se puede vislumbrar

 esa difusa atmósfera intelectual

 voluntarista vanguardista, soreliana y nietzscheana,

atizada por


 los mitos de la guerra mundial, que constituye la

 base reactiva para la formación de la filosofía

 política del fascismo. Sobre todo la ausencia de los

 efectos provocados por la guerra mundial parece

determinante, junto con la débil capacidad de las
 
sociedades latinoamericanas de generar

movilizaciones radicales de masas de tipo

Con esto, casi en todos lados lasioligarquías

 tradicionales logran mantenerse en el poder por

 largo tiempo, inhibiendo la eclosión del fenómeno

 fascista. A nivel teórico, en fin, el fascismo

 latinoamericano es notablemente débil, sólo hubo
 
un puñado de intelectuales que se pueden considerar

 con cierto rigor “fascistas” (Gustavo Barroso, José

 Riva Agüero, Carlos Keller, posiblemente también

 Vasconcelos).
Pero también hay elementos a favor que se suelen

 soslayar o subvalorar: la gran influencia que

 ejercía Europa, la presencia de millones de

 emigrantes europeos, la crisis del liberalismo

 decimonónico, la crítica difusa a la democracia

 parlamentaria, el rechazo a las oligarquías

 tradicionales, la formación y el avance de una

 clase media, los impulsos a la modernización

 nacional, la oposición al imperialismo

anglosajón (y la seductora idea de un “nuevo

 orden” mundial con la “liberación” de muchos

 países periféricos del imperialismo y un nuevo


 liderazgo de potencias emergentes), la reacción

 contra el “peligro” soviético (lejano

 geográficamente pero visto como un peligro

potencial) y la búsqueda de un modelo

 modernizador alternativo de “tercera via”

enfocado el corporativismo, la integración

nacional y la construcción del Estado moderno

Algunas movilizaciones como la Reforma

 universitaria argentina y la Revolución

 mexicana además pudieron desempeñar un

papel detonador, al incluir amplios sectores

 sociales en la lucha política moderna.
 

 



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