América Latina merece más atención en el ámbito de los
estudios sobre el fascismo extraeuropeo, más de lo que tradicionalmente se le
haya atribuido. Es cierto que hoy el repertorio de investigaciones sobre la
difusión del fascismo en América Latina se ha incrementado notablemente y sigue
en aumento. Algunas características
típicas de los trabajos sobre este tema son:
La extensión del
calificativo “fascismo” a regímenes militares o autoritarios, grupos
ultranacionalistas “de derecha” y en algunos casos (Argentina, Bolivia) al
populismo. Inclusión de los movimientos miméticos con los fenómenos más
cercanos al fascismo;
1. La
tendencia contraria a considerar que no hubo ningún fascismo en la región;
2. La
oscilación del enfoque entre los
grupos nativos o la extensión de movimientos/partidos fascistas entre los
emigrantes europeos;
3. El
uso muy extendido de la palabra f. en el lenguaje
político (como sinónimo de “autoritario”), especialmente en los ambientes
de izquierda;
4. La
incertidumbre semántica en relación al populismo
(que comparte algunas características del fascismo);
5. El
uso arbitrario del término “nazifascismo”, que deriva de las polémicas y la
propaganda 1938-1945 y no es aceptable como categoría científica;
Estas tendencias pueden llevar a un grado notable de
confusión. Roger Griffin por ejemplo denuncia la idea errónea de que
Latinoamérica fue «la guarida del fascismo en sus formas más abiertamente
contrarrevolucionarias y dictatoriales» (1991, p. 148). Por su lado Payne,
además de denunciar estas confusiones, señaló en su momento que militarismo y fascismo son incompatibles
(PAYNE, 1980). Los datos históricos, en efecto, apuntan a dos hechos
fundamentales: los movimientos fascistas no han surgido nunca de los cuarteles,
más bien los militares han sido muchas veces los represores o inhibidores de
estos movimientos. Esto sucede incluso en Europa (Rumania, España). Otros
“falsos amigos” del fascismo fueron precisamente esas oligarquías o élites
tradicionalistas que se suelen presentar como las aliadas naturales del
fascismo. Éstas lo fueron sólo en determinadas circunstancias, al presentarse
el “peligro rojo” u otros factores de inestabilidad que obligaban a cerrar
filas ante la percepción de una amenaza a la comunidad nacional.
Al considerar los elementos a favor o en contra de la
difusión del fascismo, obtenemos un cuadro con claroscuros más cercano a la
realidad. Stanley Payne en su exploración de estos elementos (1999) señala con
«la fragilidad o bien la ausencia de un fascismo verdadero en América Latina» y
marca los factores de debilidad:
En suma, son muchos los elementos desfavorables al
fascismo en América Latina. Aquí no hay
movimientos de masas impulsados por l
clase media, líderes mesiánicos, “religiones políticas
” o ideologías palingenésicas y partidos únicos
poderosos con líderes carismáticos venerados
como superhombres. Tampoco se puede vislumbrar
esa difusa atmósfera intelectual
voluntarista vanguardista, soreliana y nietzscheana,
atizada por
los mitos de la guerra mundial, que constituye la
base reactiva para la formación de la filosofía
política del fascismo. Sobre todo la ausencia de los
efectos provocados por la guerra mundial parece
determinante, junto con la débil capacidad de las
sociedades latinoamericanas de generar
movilizaciones radicales de masas de tipo
Con esto, casi en todos lados lasioligarquías
tradicionales logran mantenerse en el poder por
largo tiempo, inhibiendo la eclosión del fenómeno
fascista. A nivel teórico, en fin, el fascismo
latinoamericano es notablemente débil, sólo hubo
un puñado de intelectuales que se pueden considerar
con cierto rigor “fascistas” (Gustavo Barroso, José
Riva Agüero, Carlos Keller, posiblemente también
Vasconcelos).
fascismo en América Latina. Aquí no hay
movimientos de masas impulsados por l
clase media, líderes mesiánicos, “religiones políticas
” o ideologías palingenésicas y partidos únicos
poderosos con líderes carismáticos venerados
como superhombres. Tampoco se puede vislumbrar
esa difusa atmósfera intelectual
voluntarista vanguardista, soreliana y nietzscheana,
atizada por
los mitos de la guerra mundial, que constituye la
base reactiva para la formación de la filosofía
política del fascismo. Sobre todo la ausencia de los
efectos provocados por la guerra mundial parece
determinante, junto con la débil capacidad de las
sociedades latinoamericanas de generar
movilizaciones radicales de masas de tipo
Con esto, casi en todos lados lasioligarquías
tradicionales logran mantenerse en el poder por
largo tiempo, inhibiendo la eclosión del fenómeno
fascista. A nivel teórico, en fin, el fascismo
latinoamericano es notablemente débil, sólo hubo
un puñado de intelectuales que se pueden considerar
con cierto rigor “fascistas” (Gustavo Barroso, José
Riva Agüero, Carlos Keller, posiblemente también
Vasconcelos).
Pero también hay elementos
a favor que se suelen
soslayar o subvalorar: la gran influencia que
ejercía Europa, la presencia de millones de
emigrantes europeos, la crisis del liberalismo
decimonónico, la crítica difusa a la democracia
parlamentaria, el rechazo a las oligarquías
tradicionales, la formación y el avance de una
clase media, los impulsos a la modernización
nacional, la oposición al imperialismo
anglosajón (y la seductora idea de un “nuevo
orden” mundial con la “liberación” de muchos
países periféricos del imperialismo y un nuevo
liderazgo de potencias emergentes), la reacción
contra el “peligro” soviético (lejano
geográficamente pero visto como un peligro
potencial) y la búsqueda de un modelo
modernizador alternativo de “tercera via”
enfocado el corporativismo, la integración
nacional y la construcción del Estado moderno
Algunas movilizaciones como la Reforma
universitaria argentina y la Revolución
mexicana además pudieron desempeñar un
papel detonador, al incluir amplios sectores
sociales en la lucha política moderna.
soslayar o subvalorar: la gran influencia que
ejercía Europa, la presencia de millones de
emigrantes europeos, la crisis del liberalismo
decimonónico, la crítica difusa a la democracia
parlamentaria, el rechazo a las oligarquías
tradicionales, la formación y el avance de una
clase media, los impulsos a la modernización
nacional, la oposición al imperialismo
anglosajón (y la seductora idea de un “nuevo
orden” mundial con la “liberación” de muchos
países periféricos del imperialismo y un nuevo
liderazgo de potencias emergentes), la reacción
contra el “peligro” soviético (lejano
geográficamente pero visto como un peligro
potencial) y la búsqueda de un modelo
modernizador alternativo de “tercera via”
enfocado el corporativismo, la integración
nacional y la construcción del Estado moderno
Algunas movilizaciones como la Reforma
universitaria argentina y la Revolución
mexicana además pudieron desempeñar un
papel detonador, al incluir amplios sectores
sociales en la lucha política moderna.
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