En la geopolítica italiana México fue importante por su
posición geográfica, sus recursos económicos y su peculiar desarrollo político.
La colindancia con Estados Unidos volvía México la pieza central de la línea de
defensa latinoamericana contra el expansionismo anglosajón. Los recursos
económicos abundantes, especialmente el petróleo, hacían de México un objetivo
privilegiado para obtener los materiales estratégicos necesarios para el
desarrollo nacional y el expansionismo imperial. En fin, la Revolución mexicana
suponía un reto y un enigma por sus tendencias nacionalistas, socialistas y
democráticas entremezcladas en una combinación sui géneris que podía sugerir
evoluciones ya sea hacia el comunismo, o bien hacia el fascismo (SAVARINO,
2002).
Las tendencias fascistas en México fueron reconocidas
tempranamente y son claramente detectables pero, al contario de lo que parece
aun creer la mayoría de los investigadores, para encontrar “fascismo” en el
país no hay que buscar necesariamente entre los grupos y movimientos de
oposición “de derecha” y antirrevolucionarios.
El “Partido Fascista
Mexicano” fundado en 1922 y disuelto un año después, fue nada más un
pequeño grupo mimético surgido tras el revuelo que causó la toma del poder de
Mussolini en Italia, pero no tuvo ningún elemento auténtico de fascismo, al ser
nada más conservador y anticomunista.
Los “cristeros”
de los años veinte eran campesinos católicos tradicionalistas muy distantes de
cualquier sensibilidad o estilo fascista. En la década de los treinta ni los
Sinarquistas (Unión Nacional Sinarquista
–
UNS, 1937), ni los “Camisas doradas” (Acción Revolucionaria Mexicanista – ARM,
1934) fueron fascistas. Los Sinarquistas, como se sabe, fueron un gran
movimiento de masas rural, católico y anticomunista, inspirado en cierta medida
en la falange española, pero auténticamente mexicano. Católico, pacifista, civilista,
sin objetivos dictatoriales y poco modernizador, difícilmente podría ser
asimilado a un fascismo, ni siquiera en el aspecto imitativo.
Los “Camisas doradas”
por su lado fueron un grupo muy pequeño surgido básicamente como fuerza de
choque patrocinada discretamente por el Gobierno para mantener a la raya las
organizaciones laborales de izquierda. A pesar del nombre y del estilo
fascistizante, tuvieron poco o nada que ver con el fascismo. Sin calado ideológico, sin fuerza de arrastre
entre las masas, sin liderazgo carismático, eran demasiado derechistas y
elitistas para ser fascistas. Así lo entendieron los observadores italianos,
que se expresaron siempre con mucho desprecio hacia los camisas doradas y su
fundador Nicolás Rodríguez. Aquí sin duda estamos frente a un caso de mimetismo
con un “filtro” tan estricto, que el “fascismo” se manifestó en influencias
totalmente superficiales.
Algo más fascista se puede rastrear en grupos pequeños como
la “Confederación de la Clase Media”, la “Unión Nacional de Veteranos de la
Revolución” y el “Partido Socialdemócrata Mexicano”, pero éstos no tuvieron
ningunas presencia significativa.
¿Dónde hubo fascismo entonces? En tres espacios: la
comunidad italiana, el medio intelectual y estudiantil, y el propio Gobierno
mexicano.
identidad y elevar su orgullo nacional (SAVARIVO, 2002
Especialmente exitoso fue el caso de Chipilo
(cerca de Puebla), una aldea
agrícola alabada por los visitantes
italianos desde 1924 como el mejor
ejemplo
de colonia italiana en América Latina (SAVARINO,
2006b)
Desde 1927 el gobierno
mexicano
permitió que los italianos se organizaran alrededor de nueve
fasci all’estero en México, porque éstos
no
representaban un peligro para el país
.
El “fascismo” de Vasconcelos es una derivación coherente de
su
revolucionarismo cultural opuesto al mundo cosmopolita y
materialista
dominado por los anglosajones. El enlace es la
propuesta fascista de
acabar con
este predominio, al buscar un nuevo orden mundial
sobre los valores del
espíritu, la voluntad
y la excelencia. Esta evolución intelectual de
Vasconcelos se
vuelve más perceptible después de 1929
, cuando la desilusión por
su derrota electoral (compite sin
en las elecciones nacionales) lo empuja
hacia posiciones más críticas y más pesimistas y radicaliza sus
ideas de
palingenesia político-cultural.
Quien, en su viaje a Italia (1924) había
observado con
escepticismo la revolución fascista y el
resurgimiento de Roma y
en 1925 había exaltado la “raza
cósmica” con un marcado acento cosmopolita
,
en
los años treinta mira con simpatía al fascismo.
En 1936,
Vasconcelos escribe: «quien no se deje
inspirar con orgullo por
esta nueva Italia [fascista] no es digno
de pertenecer a la civilización
Latina» (p.
91). Durante la guerra Vasconcelos será partidario del Eje y
director de una revista pro-alemana (Timón)
. No es de extrañar que haya
terminado su carrera política
apoyando a Hitler pues ya desde 1925 se
percibe
en su “Raza cósmica” una sensibilidad a los temas
raciales que lo preparará más
tarde para entrar
más en sintonía con el nacionalsocialismo alemán que con el
fascismo italiano. El “mestizo” idealizado
por el Vasconcelos joven es, en
cierta medida, el equivalente
latinoamericano del “Ario” idealizado por
Rosenberg. Además aquí juega un factor geopolítico: para
derrotar a los
anglosajones la poderosa
Alemania está sin duda mejor dotada que la más débil
Italia.
la seguda parte la publicaremo em unos dias
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